viernes, 2 de mayo de 2014

Senderismo Refugio Piedra Partida (Sierra Nevada) 26-04-2014

El viernes salimos desde Sevilla Roberto y yo con destino a Güejar Sierra en Granada, para allí reunirnos con los Alpargateros Teresa y Juan Antonio. Tras el encuentro y la cerveza con tapa iniciamos en coche la aproximación al refugio de Piedra Partida a través de la loma de la Cuna de los Cuartos, por donde el camino carretero en regular estado y transitable para turismos, asciende tortuoso hasta una cadena que nos impide la circulación en vehículo a motor, obligándonos a aparcar en este lugar. Allí encontramos otro vehículo estacionado, por lo que ya intuimos que no será necesario llevarse la tienda de campaña porque habrá sitio para todos en el interior del refugio, que no está guardado. Nos cambiamos de ropa y preparamos las mochilas para comenzar a caminar unos 5kms hasta el refugio. Eran las 20,30h y con las últimas luces de la tarde nos apresuramos al andar. Mientras, contemplamos los más emblemáticos picos de Sierra Nevada con una atmósfera limpia y clara, que la luz anaranjada de la puesta de sol no me dejaban que les quitara ojo, porque nunca antes había visto los picos Veleta, Mulhacén y Alcazaba con esos colores tan intensos, preocupado por saber si mi cámara de fotos sería capaz de capturar fielmente lo que yo estaba viendo. Poco a poco la luz escasea y vamos ascendiendo la suave pendiente, esta vez por la llamada loma de Maitena hasta el pico Papeles (2.341m) que casi ni distinguimos pues a la luz de los frontales ya poco se podía ver. Después de atravesar algún nevero distinguimos una luz por delante. Era de uno de los dos inquilinos que ya ocupaban el refugio. Tras los saludos e intercambio de impresiones con ellos, cenamos y pronto nos fuimos a dormir. El refugio forestal no guardado de Piedra partida, se sitúa a una altitud de 2.450m y aunque dispone de chimenea, nosotros no la encendimos por miedo a que el humo lo invadiera todo, así que nos preparamos para soportar las bajas temperaturas de la alta montaña. Tiene una capacidad para unas 10 personas alojadas cómodamente en cuatro espacios diferenciados (salón con chimenea y un pasillo de acceso a dos habitaciones) pudiendo albergar a otras 4 o 5 más si las circunstancias así lo exigen. A la mañana siguiente nos levantamos a las 7h, cuando los otros ocupantes procedentes de Murcia ya se habían marchado, desayunamos tranquilamente y a las 8,15h iniciamos nuestra ascensión hacia el primer tres mil del día, el Puntal de los Cuartos. La loma de los Cuartos estaba cubierta de nieve dura, aunque nuestras botas se hundían en ella y nos permitían caminar con seguridad y sin necesidad de utilizar los crampones. Pronto aparece ante nosotros un gran circo, los Lavaderos de la Reina coronados por el Picón de Jerez (3.080m). La nieve cubre todo el circo ocultando las verdes praderas y las cascadas que dentro de unos meses aparecerán cambiando completamente la visión que en ese día teníamos de aquel lugar. Vamos ganando altitud, la pendiente se acentúa y la nieve se endurece cada vez más. Esta vez si que nos calzamos los crampones, nos ponemos el casco y sacamos el piolet, más como medida de seguridad que como necesidad real. Poco a poco continuamos ascendiendo hasta que llegamos al mojón de piedras que corona el puntal de Los Cuartos (3.158m). Hemos tardado 2,45h en ascender 700m de desnivel desde el refugio. En un día tan claro con ligero viento del norte, las vistas en todas las direcciones son extraordinarias, aunque no me cansaba de mirar hacia el oeste las cumbres de los tres miles que vamos a patear y las de los que se quedan más allá y que antes mencioné, la Alcazaba, el Mulhacén y el Veleta que lucían sobre un fondo de cielo azul sus blancas y escarpadas caras norte sobresaliendo sobre el contorno de picos y puntales de Sierra Nevada. Hechas las fotos, proseguimos por la cuerda de la sierra caminando sobre la nieve que lo cubre casi todo con un manto continuo que rara vez se interrumpe. En algunos puntos tiene un aspecto algodonado, que al golpear con los bastones o los pies se levanta como si fuera polvo y es tan suave que da gusto caminar sobre ella. Perdemos algo de altura, pero nuevamente volvemos a ganarla para poder alcanzar el segundo tres mil del día, el pico de la Justicia o Atalaya (3.135m), donde otro mojón de piedras apiladas nos marcan su exacta ubicación. Más vistas, descanso y fotos por doquier para no perder ni un detalle del entorno que estamos presenciando y que hay que llevarse a casa para el recuerdo. Desde aquí ya divisamos el Puntal de Vacares que se levanta entre el pico de la Alcazaba y el pico de El Cuervo, hacia el cual nos dirigimos ahora. Para ello es necesario descender y ascender unos 150m que se salvan con la única dificultad del cansancio por el esfuerzo físico acumulado que ya se empieza a notar. La cima del Pico de El Cuervo (3.144m), también posee un mojón de piedras perfectamente apiladas y es uno de los picachos que tiene esta gran mole serrana que por el norte está delimitada por los Tajos Negros. Desde aquí la visión grandiosa de las cumbres y del valle por el que discurren todos los arroyos que luego darán origen al río Genil es increíble y sin duda el espectáculo natural más sorprendente del que podemos gozar en Andalucía. Tan solo por contemplar esta imagen, ha merecido la pena todo el esfuerzo realizado de desplazarse hasta allí. Pero como nuestro camino ha de continuar, hay que dar por finalizada la contemplación de estos paisajes y no queda más remedio que continuar cuerda abajo hacia el Collado de Vacares que alcanzaremos a las 14,15h tras descender 170m de desnivel y después de 6h de marcha. Una vez en el collado, vemos claramente el camino a seguir para ascender por la cresta que está completamente cubierta de nieve, así como los últimos escarpes próximos a la cumbre que pueden presentar algo más de dificultad a superar. A nuestra izquierda se encuentra la laguna de Vacares, que parece completamente seca y cubierta de hielo y nieve. Como después del ascenso hay que volver al collado en el cual nos encontramos, Juan Antonio decide quedarse y no continuar, por lo que permanecerá allí esperando y al cuidado de las mochilas de Roberto y Teresa, mientras que yo subo con todo a cuestas. La ascensión la hacemos con lentitud y en zigzag por pendientes que en algún momento pueden tener 60º de inclinación, clavando con mucho cuidado los crampones y el piolet en cada paso que damos. En los últimos metros hay que hacer alguna pequeña trepada, pero sin gran dificultad conseguimos llegar a la cima del cuarto tres mil del día a las 15,15h, el Puntal de Vacares (3.136m). Esta es la segunda vez que estoy allí arriba, pues la primera fue en época estival y aunque en aquella ocasión el paisaje me sorprendió, esta segunda vez la supera con creces al contemplar todas las montañas nevadas. Estamos poco tiempo allí porque se hace tarde y muy a pesar mío tengo que enfundar la cámara de fotos y nos vamos buscando una bajada alternativa al camino de subida. Roberto y Teresa lo hacen juntos y yo por otro lado. En este caso fui el afortunado de encontrar más rápidamente, la vía para sortear los escarpes finales de la ascensión, por lo que comienzo a descender rápidamente pero con mucho cuidado y asegurando cada paso que doy. Una vez que consigo ver a Roberto y a Teresa todavía allí arriba me despreocupo y continuo bajando hasta llegar al Collado de Vacares donde esperaba ansioso y preocupado Juan Antonio que con los prismáticos había estado presenciando todos nuestros pasos. Mientras esperamos aprovecho para comer algo y reponer fuerzas porque he terminado agotado y todavía nos queda el regreso al coche. Una vez que estamos todos reunidos empezamos a descender hacia la Loma del Calvario, entre neveros que se alternan con claros de piedras y siguiendo el camino amojonado. Cuando las piedras ganan a la nieve decidimos despojarnos de los crampones y guardamos el piolet. A partir a de ahora habrá que tener cuidado cuando atravesemos algunos neveros desperdigados porque en alguno, bajo la fina capa de nieve hay hielo muy resbaladizo y la pendiente a nuestra izquierda es muy pronunciada. Tras recorrer 6,5km hemos descendido 700m y llegamos a una bifurcación en la cuesta de la Barraca, tomando el camino de la derecha que se dirige a Piedra Partida. De haber seguido bajando por el otro ramal del camino, habríamos llegado al refugio de la Cucaracha y la cuesta de los Presidiarios, desde donde según Teresa, hay posibilidad de llegar hasta el coche, pero vemos que una vez allí abajo hay que volver a ascender la loma de Maitena y desechamos esta opción. Continuamos con el descenso, pero esta vez es más progresivo y con mucha menor pendiente hasta llegar a un paraje denominado el Borreguil, donde el camino se pierde ante la hondonada del barranco del río Vadillo. Aquí comienzan las dudas y las discusiones sobre por dónde avanzar, pues yo propongo tomar en camino que se ve en la ladera de enfrente, al que se accede por unas cascadas unos cientos de metros más adelante aguas arriba del barranco. Pero Roberto propone descender trochando hacia el barranco y tomar un camino que aparece en el mapa de su GPS para cruzar al otro lado y subir por él, la loma de Maitena. Esta nos pareció mejor opción y tomamos ese camino. Desafortunadamente el camino no existía o no lo encontramos, decidiendo continuar un descenso que fue de 420m hasta el río por donde cruza el sendero Sulayr. Una vez aquí había que ascender trochando por el pinar el mismo desnivel bajado, haciéndolo por donde se pueda ya que tampoco existe camino. Con la noche ya encima y los frontales puestos proseguimos lentamente el ascenso hasta que al fin alcanzamos lo más alto de la loma y el camino que por ella nos llevará hasta la cadena donde aparcamos el día anterior el vehículo. Cuando son las 23h llegamos al coche y terminamos esta fantástica ruta que para mí ha sido una de las más bonitas y emocionantes que he vivido. Las cervezas y tapas en Güejar Sierra se hicieron esperar algún tiempo porque todavía había que descender con el coche el camino hasta el pueblo. La posterior despedida y la carretera de vuelta hasta Sevilla completaron esta agotadora jornada difícil de olvidar. Antonio Franco.

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