El barro no es más que agua y tierra. Puede parecer una definición precisa y cerrada, pero es mucho más que eso. Para muchos creyentes el hombre fue moldeado en barro, los barros de Nilo, Tigris y Eúfrates dieron lugar a la vida en sociedad, las tres religiones monoteistas se generan mientras había tios usando barro del mar Muerto como loción corporal, de barro se hacen los platos donde comemos, de barro son los ladrillos con los que nos cobijamos, dominando el barro te haces millonario en Bélgica y ya dijo Valdés Leal que al morir no seríamos más que barro y gusanos.
Pues no hay tanto barro en el primer párrafo como el que acabó en nuestras bicis. Parecía que Canijo había ido abriendo todos los grifos y mangueras por los caminos por donde pasaba. No sé si pensó que estaba siendo travieso, pero la verdad es que dejó el terreno espectacular. Divertidísimo.
A la ida en coche ya íbamos entretenidos discutiendo si el coche de delante era Pepote o no, mientrás él seguro que iba mentando nuestros familiares femeninos más cercanos por fastidiarle, colocándonos en medio, el convoy que hacía con otro compañero.
En el Majaceite y en la aproximación a la Ventolera fue donde comenzó el espectáculo. Autentico chocolate a la taza, como para servir tres cumpleaños de Falete. Tramos de barro que ocupaban todo el ancho del camino, de textura tipo torno de la peli Ghost y que se sorteaban tal y como enseñan en la mili, mandas a un explorador y por donde se hunda por allí no es.
Así que hasta llegar a la Ventolera todo fue convertir las ruedas en slicks, jugar a la ruleta rusa eligiendo trazada y derrapar como si hicieras speedway (buscad en google imágenes) evitando echar pie a tierra y teñir de marrón los calcetines. Y al llegar a la Ventolera, el premio gordo. Subida entre tubos de vegetación, piedras, raíces, repechones, descansillos, barro, resbalones, y una bajada de quitar el hipo, una gozada de lugar para repetir. Dani.
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